Los cuerpos de
ejército de maniobra / Se reforma la Administración Militar
Ya antes de que cayera Asturias, Franco comenzó la
remodelación de sus fuerzas con la idea de crear una gran masa de maniobra que trasladada
a los frentes centrales daría el golpe de gracia al Ejército Popular. Después
de varios proyectos que no llegaron a cuajar, y en línea con lo que se comenzó
a hacer en la primavera, se consumó la separación de los órganos logísticos y
operativos.
Los cuerpos de ejércitos orgánicos y territoriales que
entonces nacieron, se transformaron, a partir del mes de noviembre, en regiones
militares a cuyo frente se situaron viejos generales, casi todos ellos en edad
de reserva, y las tropas operativas se sustrajeron a su autoridad y se
integraron en cuerpos de ejército de batalla que quedaron directamente a las
órdenes de los jefes de los Ejércitos que siguieron siendo los del Norte,
Centro y Sur.
El Ejército del Norte tomó a su cargo los frentes aragoneses
y sus tropas fueron los cuerpos de ejército de Aragón (Moscardó). Con las
divisiones 51 a
55, a
las que pronto se sumaria la 50; Navarra (Solchaga), con las divisiones 1, 3, 4
y 5, herederas de las brigadas de Navarra de esos mismos números; Castilla
(Varela), con las divisiones 61
a 63; Galicia (Aranda), con las divisiones 81 a 85; CTV (Berti, en
sustitución de Bástico), con las divisiones XXIII de
Marzo, Littorio y Flechas (las brigadas italo-españolas se reunieron
en una unidad divisionaria al mando de Roata y las divisiones XXIII de Marzo y
Fiamme Nere se fundieron en una sola) y la Agrupación de
divisiones de reserva (Yagüe), con las divisiones 105, 108, 150 y 152.
El Ejército del Centro quedó con los Cuerpos de Ejército I, (Ponte),
con las divisiones 11 a
15 y con las Agrupaciones Avila- Segovia (Serrador), con las divisiones 71 y
72, y Soria-Somosierra (Cebrián y luego Perales), con las divisiones 73, 74 y
75.
El Ejército del Sur conservó sus Cuerpos de Ejército II y
III, aquel con las divisiones 21
a 23 y éste con las 31 a 33 y con la agrupación de reserva que
disponía de las divisiones 102 y 112.
A este conjunto de 43 divisiones operativas fiaba Franco la definitiva
resolución de la contienda. Una fracción del Ejército del Norte, que desplegó
por las altas tierras alcarreñas, se lanzaría sobre Madrid en tres grandes
agrupaciones que mandarían Yagüe. Berti y Varela, mientras los cuerpos de
ejército de Navarra y Aragón se mantenían como reserva general. Les apoyarían
unas remozadas Fuerzas Aéreas y unas Fuerzas Navales que empezaban ya a ser
importantes.
Las Fuerzas Aéreas, que a lo largo del año habían recibido
un moderno material, se articularon en tres grandes agrupaciones mando del general Kindelán: la I Brigada Hispana (Sáenz
de Buruaga), con dos escuadras de bombardeo, una mixta y un grupo de caza y
varios grupos independientes de asalto, con un total de 150 aviones; Aviación
Legionaria (general Bernasconi), con una escuadra de caza, dos de bombardeo, un
grupo autónomo y la aviación de Baleares.
En conjunto, 200 aviones; Legión Cóndor (general Volkmann),
con sendos grupos de caza, bombardeo y reconocimiento y dos escuadrillas
independientes una experimental y otra de hidros, con su habitual composición
de 100 aviones operativos. La superioridad aérea sobre los republicanos era
clara en bombarderos y moderada en cazas, pero éstos seguían teniendo ur. mayor
número de aviones de combate monoplanos rápidos.
De la penuria inicial se había pasado a la superioridad en
cruceros y, por lo tanto, en artillería pesada, aunque siguiera siendo inferior
en los demás tipos de buques. Se habían adquirido en Italia los' destructores
«Ceuta», «Melilla», «Huesca» y «Teruel», casi inservibles, pero que habían sido
rápidamente modernizados, y los submarinos «Mola» y «Sanjurjo», de excelentes
características.
Esta flota, apoyada por una sen'e de mercantes armados
transformados en cruceros auxiliares, logró arrinconar a la republicana en
Cartagena y cerrar la ruta del Mediterráneo a los convoyes soviéticos que se vieron
obligados a optar por la de los mares del norte que llevaban los
abastecimientos hasta las costas francesas del canal donde tenían que
transbordarlos para que siguieran por tierra hasta los puertos pirenaicos de
montaña o marítimos del Mediterráneo hasta alcanzar su destino en España.
Así las cosas, y todo dispuesto para la ofensiva final, el
Ejército Popular se lanzó al ataque en el frente de Teruel el 15 de diciembre,
aislando a la ciudad y abriendo un amplio boquete en el dispositivo nacional.
Franco convocó el día 21 a
los generales Saliquet, Varela, Yagüe y Vigón y al coronel Martínez Campos, que
acudieron a Medinaceli, y decidió suspender su proyectada maniobra para acudir
en socorro de los sitiados en Teruel. Los generales Aranda y Varela, al mando
de dos cuerpos de ejército eventuales, que se llamarían del Norte y del Sur del
Turia, recibieron la misión de enlazar con ellos. Les protegerían la I Brigada Aérea y la Legión Cóndor.
Así se inició la prolongada batalla por Teruel que no
finalizó hasta la reconquista de la ciudad, perdida el 7 de enero y recuperada el
23 de febrero de 1938. La terca decisión de continuar la lucha hasta su
ocupación dio origen a un frecuente relevo de las divisiones de los cuerpos de
ejército de Aranda y Varela, a los que se sumó el de Yagüe, que, en combinación
con el de Aranda, ejecutó entre los días 5 y 7 de febrero la brillante maniobra
del Alfambra, que determinó la suerte final de la ciudad, aunque no la de la
batalla, que finalizó en tablas.
Se reforma la Administración Militar
Antes de que concluyera la batalla por Teruel, Franco
promulgó la ley de 30 de enero de 1938 que organizaba la Administración Central
del Estado en ministerios, uno de los cuales sería el de Defensa Nacional. Se
nombró para regirlo al general Dávila, que continuó al frente del Ejército del
Norte, y el flamante departamento dispondría de las subsecretarías de tierra
mar y aire, de las que se hicieron cargo, respectivamente, el general Valdés Cabanilles,
el contraalmirante habilitado Moreu y el general en reserva Lombarte.
Dependerían directamente del ministro los Consejos Superiores del Ejército, la Armada y Aviación, el Alto Tribunal
de Justicia Militar y las Direcciones de Industrias de Guerra, Armamento y del
MIR.
El generalísimo conservaba el mando directo de las Fuerzas Terrestres,
Navales y Aéreas y de los Ejércitos de Operaciones a través de su cuartel
general que de Salamanca había pasado en junio de 1937 a Burgos y que se
instaló definitivamente en el Palacio de Pédrola, propiedad del duque de
Vistahermosa y en el que Cervantes situó los episodios centrales de la II parte del Quijote. En él se
establecieron los Estados Mayores de Tierra (general Martín Moreno), Marina
(almirante Cervera) y Aire (coronel Moreno Abella) y las Comandancias Generales
de Artillería, Ingenieros, Sanidad, Intendencia, Transmisiones y Transportes.
Recuperado Teruel, se remodelaron los cuerpos de ejército de
maniobra y se dispusieron a lo largo del frente de Aragón con el objetivo de
derrotar a los Ejércitos del Este y de Maniobra republicanos, empujarlos hasta
el mar, separar de nuevo el territorio gubernamental y seguir la acción
ofensiva hasta el final.
De Norte a Sur cubrían la línea de ataque los cuerpos de
ejército de Navarra (Solchaga), con las divisiones 3, 61, 62 y 63; Aragón (Moscardó),
con las divisiones 51, 53, 54 y 55; Marroquí (Yagüe), con las divisiones 5, 13,
15 y 150; Agrupación de enlace (García Valiño), con las divisiones 1, 105 y 1.“
de Caballería; CTV (Berti), con las divisiones Littorío, XXIII de Marzo y
Flechas; Galicia (Aranda), con las divisiones 4, 83, 84, 82 y 108, y Castilla
(Varela), con las divisiones 52, 85 y 81, esta última enlazando con el Ejército
del Centro que en su I Cuerpo de Ejército había dado vida a las nuevas
divisiones 16, 17, 18, 19 y 20.
Las operaciones en Aragón comenzaron el día 9 de marzo, tres
después de que al amanecer del 6, la flota republicana, torpedeara y hundiera al
crucero «Baleares», consiguiendo así la superioridad naval acrecentada por la
entrada en servicio del «Cervantes», totalmente reparado. Sin embargo los
marinos gubernamentales no sacaron el debido provecho a este doble
acontecimiento y el almirante Moreno, cuyas fuerzas se habían visto
incrementadas con el minador «Neptuno», mantuvo el control del tráfico marítimo
en el Mediterráneo.4
El ataque logró un éxito completo y el frente republicano se
Vino estrepitosamente abajo. Su territorio quedó de nuevo dividido en dos al
llegar las fuerzas de García Valiño y Aranda al Mediterráneo el 14 de abril de
1938. El fin de la guerra parecía inmediato, pero Franco, en vez de seguir
hacia Barcelona y aniquilar a los restos de los Ejércitos del Este y Maniobra
que se habían replegado al norte del Ebro, tomó una decisión sorprendente y
ordenó a sus tropas que continuaran hacia Valencia para desde allí girar en
dirección a Madrid.
Era un itinerario difícil por el abrupto Maestrazgo,
territorio áspero, pobre de comunicaciones y muy favorable a la defensa, que
con habilidad condujo Miaja, nombrado jefe de un recién creado Grupo de
Ejércitos. Muy pronto se vio que la masa de maniobra que conducían los
generales Aranda y Varela era insuficiente y tuvo que ser reiteradamente
reforzada: primero con la
Agrupación de enlace de García Valiño, después con el CTV y
finalmente con un nuevo cuerpo de ejército, de carácter eventual y de efímera vida,
el del Turia, al mando del general Solchaga.
La composición de todas estas grandes unidades varió a lo
largo de las operaciones por sustitución de las divisiones más desgastadas por
otras de refresco y eso alteraba la composición de los cuerpos de ejército de
maniobra, y aún cambiaría más a partir del 25 de julio, cuando las
reorganizadas fuerzas de Cataluña, articuladas en el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental
pasaron a la ofensiva al mando del general Hernández Saravia.
El Ejército del Ebro consiguió un brillante pero efímero
éxito, que debió ser intranscendente, pero Franco decidió recuperar a toda
costa el terreno perdido y se empeñó en una obstinada batalla de desgaste que
duró 115 días y que resultó la más larga y cruenta de cuantas se libraron a lo
largo de la guerra.
Esta estúpida y gratuita batalla enfrentó al Ejército del
Ebro republicano con los cuerpos de ejército Marroquí, que cubría el frente
atacado al mando de Yagüe, y del Maestrazgo, que se creó en los campos
de’batalla de Gandesa, a las órdenes de García Valiño. Al final de la batalla,
y una vez que Franco se salió con la suya y obligó a sus contrarios a repasar
el río, se volvía a empezar. El objetivo sería ahora el que debiera haberlo
sido antes: el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental.
Antes de comenzar la ofensiva, que sería definitiva, el
mando nacional reorganizó sus fuerzas: se creó con las tropas de Aranda y Varela,
un nuevo Ejército, el de Levante, que nació el 26 de noviembre de 1938 y del
que se dio el mando al general Orgaz. Libre de esa preocupación, Dávila
desplegó a lo largo de los ríos Ebro, Segre y Noguera Pallaresa a los Cuerpos
de Ejército de Urgel (general Muñoz Grandes), de nueva creación; Maestrazgo (general
García Valiño); Aragón (general Moscardó); CTV (general Gambara); Navarra
(general Solchaga) y Marroquí (general Yagüe), un conjunto de 23 divisiones
apoyadas por 361 aviones que se enfrentaron a los Ejércitos del Este y del Ebro
con 21 divisiones protegidas por 216 aviones.
La batalla se inició el 23 de diciembre con una maniobra de
doble envolvimiento protagonizada al Norte por los Cuerpos de Ejército de Urgel
y el Maestrazgo y al Sur por el CTV y el Cuerpo de Ejército de Navarra, que
después de una dura lucha de 15 días consiguieron derrotar a sus oponentes e
iniciar una explotación del éxito que llevó a las tropas nacionales hasta la
frontera francesa que se alcanzó en toda su longitud el 11 de febrero de 1939.
La guerra había prácticamente finalizado y en esa última
fase las fuerzas nacionales apenas modificaron su composición, aunque todavía
se llamaron a filas durante 1938
a los remplazos de 1940, 1928, 1941 y la mitad del de
1927. Con ellos se cubrieron las bajas de las campañas del Maestrazgo, Levante
y el Ebro y se constituyeron las tres últimas divisiones que nutrieron al
Ejército de Operaciones: las que recibieron los números 56, 57 y 58, que no estuvieron
disponibles hasta enero de 1939 y que nutrieron al Ejército de Levante.
En esta fase final de la guerra se combatió a iniciativa
republicana en los frente del Sur sin que la importante batalla de Valsequillo pudiera
impedir la caída de Cataluña a la que siguieron la rendición de Menorca; la
sublevación o sublevaciones de Cartagena y la rebelión del coronel Casado, jefe
del Ejército del Centro, acontecimientos que determinaron el derrumbamiento final
del Ejército Popular de la República
y la defección de su flota y aviación. Cuando el 23 de marzo de 1939 Franco
ordenó a sus ejércitos que ocuparan la totalidad del territorio nacional, éstos
no encontraron apenas resistencia.
En ese momento su composición era la siguiente: cuartel
general del generalísimo,— jefe de Estado Mayor, general Martín Moreno; jefe
del Estado Mayor de los Ejércitos de Operaciones, general Vigón; comandantes
generales de Artillería, Ingenieros, Sanidad. Intendencia, Transportes y
Transmisiones, generales García Pallasar, García de Pruneda, Camón y Gallego y
coroneles Lahuerta y Hernández Vidal; ministro de Defensa Nacional. general
Dávila.
Ejército de Tierra:— Organización Regional: II Región
Militar. general Llanderas; V Región Militar, general Rañoy; VI Región Militar,
general López Pinto; VII Región Militar, general Barro: VIII Región Militar,
general Gil Yuste; comandante general de Baleares, general Cánovas; comandante
general de Canarias: general Valderrama; Fuerzas Militares de Marruecos,
general Guerra.
Ejércitos de
Operaciones.-
Ejército de Levante (general Orgaz).— Cuerpo de Ejército de Galicia
(Aranda), divisiones 55, 58, 83 y 101; Cuerpo de Ejército de Castilla (Varela),
divisiones 3, 15, 57, 81, 85 y 152; Cuerpo de Ejército de Aragón (Moscardó),
divisiones 51, 53 y 54; Cuerpo de Ejército de Urgel (Muñoz Grandes), divisiones
61, 62 y 150: Agrupación de Albarracín (Latorre), divisiones 52 y 56; Agrupación
de Guadalajara (Perales), divisiones 73 y 75. Ejército del Centro (general
Saliquet).— I Cuerpo de Ejército (Espinosa de los Monteros), divisiones 16, 18
y 20; Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño), divisiones 1, 82 y 84:
Cuerpo de Ejército de Navarra (Solchaga), divisiones 4, 5 y 63: CTV (Gambara),
divisiones Littorio, Flechas Negras, Flechas Azules y Flechas Verdes; Cuerpo de
Ejército de Toledo (Ponte): divisiones 11, 14, 71 y 74; Agrupación de
Somosierra (Serrador). división 72; Agrupación del Tajo (Mújica), divisiones
17, 19 y 107: división de Caballería nº1.
Ejército del Sur (general Queipo de Llano).— Cuerpo de
Ejército de Extremadura (Solans), divisiones 21, 24 y 60; Cuerpo de Ejército de
Granada (González Espinosa), divisiones 32, 33 y 34; Cuerpo de Ejército de
Córdoba (Borbón), divisiones 22, 23 y 31; Cuerpo de Ejército Marroquí (Yagüe),
divisiones 12, 13 y 105; Cuerpo de Ejército de Andalucía (Muñoz Castellanos), divisiones
40, 102, 112 y 122; división de Caballería nº 2.
En total algo más de un millón de hombres encuadrados en 14 cuerpos
de ejército, 4 agrupaciones y dos divisiones de Caballería.
Marina. —Jefe de Estado Mayor de la Armada (Cervera). Organización
territorial: Departamento marítimo de El Ferrol (Gámez); de Cádiz (Bastarreche)
y Levante (Agacino). Organización operativa: jefe de la escuadra, de la
división de cruceros y de la base de Baleares, almirante Moreu; jefe de la flotilla
de destructores, capitán de navío Génova. A los buques que constituyeron la flota
del bloqueo se habían unido el crucero «República», modernizado y rebautizado
«Navarra», los los destructores “Ciscar y “José Luis Díez” y los submarinos C-1
y C-2, capturados al enemigo; el cañonero «Calvo Sotelo» y los minadores
«Marte» y «Neptuno», construidos en El Ferrol.
Fuerzas Aéreas.— (General Kindelán). Jefe de Estado Mayor, coronel
Moreno Abella.
Aviación Hispana: I Brigada (coronel Gallarza), con 3
escuadras de bombardeo y una de caza; II Brigada (coronel Orleans), con 3 escuadras
de bombardeo; III Brigada (coronel Sáenz de Buruaga), con 1 escuadra de
bombardeo y cuatro grupos independientes.
Aviación Legionaria (general Bernasconi, luego general
Monti), con una escuadra de caza, una de bombardeo y la Aviación de Baleares.
Legión Cóndor (general Von Richthofen), con su composición habitual:
sendos grupos de caza, bombardeo y reconocimiento y las escuadrillas
experimental y de hidros.
En total más de 500 aviones operativos frente a los 106 como
máximo de sus enemigos.
Estas formidables Fuerzas Armadas eran más de cinco veces superiores
a las que organizaran Azaña y Casares Quiroga, pero su esquema orgánico apenas
había variado salvo en aquello que fue necesario para absorber tan desmesurado
crecimiento. Su legislación seguía en su casi totalidad vigente y no se modificaría
sustancialmente hasta después de terminada la guerra.
Se habían llamado a filas a 14 reemplazos completos y la
mitad de otro, lo que suponía la incorporación de cuando menos 1.250.000 hombres,
a los que había que sumar los 72.000 italianos que se relevaron en el CTV y la Aviación Legionaria ;
los 70.000 marroquíes, que en algún momento figuraron en los tábores de Regulares,
Mehala o tiradores de Ifni; los 15000 alemanes que se sucedieron en tandas de 5.000
en la Legión Cóndor
y los más de 10.000 portugueses que sirvieron en distintas unidades de los Ejércitos
de Operaciones sin llegar a constituir unidades propias.
RAMÓN SALAS LARRAZÁBAL