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La Guerra Civil de España contada por los dos bandos

La financiación de la guerra civil y los problemas subsiguientes

Al iniciarse la guerra civil, España quedó dividida en dos zonas con estructuras económicas bien distintas: la republicana, con predominio industrial; y la nacional, marcadamente agrícola. Una división con tan distintas características quedó reflejada en los ingresos del Tesoro; la zona nacional, en agosto de 1936, la integraban las provincias que suministraban el 30 % de los recursos de la Hacienda (que ascendieron a un total de 5000 millones de pesetas en 1935), mientras el otro 70 % provenía de las provincias que se mantuvieron fieles al gobierno de la República. El coste total de las operaciones militares (ambos bandos) de la guerra civil en pesetas de 1963, superó  - según una estimación hecha en 1963 por la Comisaría del Plan de Desarrollo- la cifra .de 300.000 millones de pesetas, sobre la base de los datos recogidos en el «Boletín Oficial del Estado» de 4 de agosto de 1940. En pesetas de 1935, la suma fue de unos 30.000 millones, equivalente al 125 % de la renta nacional de ese mismo año.

Así pues, el país en su conjunto «invirtió en la guerra»  - valga la expresión- el equivalente a seis veces su presupuesto anual a la altura de 1935, y 1,25 veces la renta nacional de un año. Para un período de tres años esto significa que el sector público gastó al año dos veces lo normal, y el país en su conjunto, sólo en la guerra, un 41 % del total del consumo más las inversiones. ¿Cómo se financió tan descomunal gasto?

En principio, los procedimientos de financiación desde el lado nacional fueron tres: 1) Aplazamiento por parte del Estado de los pagos de los intereses de la Deuda y del 60% del valor de los suministros de guerra. 2) Reducción de los gastos superfluos. 3) Creación de nuevos impuestos para conseguir mayores ingresos. Sin embargo, con estas medidas, apenas se alcanzó a sufragar el 30 % de los gastos. La financiación del resto del esfuerzo bélico se hizo con medidas monetarias de orden interno y con la ayuda recibida del extranjero.

En el orden monetario interno, la decisión más importante fue la creación en Burgos de una nueva central del Banco de España, que anticipó al nuevo Estado un total de más de nueve mil millones de pesetas de nueva fiduciaria, «respaldada» por una emisión de Deuda Pública por ese mismo valor, lo que claramente significó una financiación inflacionista.

Por lo que respecta a la ayuda exterior, fueron decisivos los suministros de armas, municiones y combustibles recibidos de Italia y de Alemania. El importe de la deuda con Italia se cifró en 1939, en el tratado de reconocimiento de la deuda de guerra, en 5000 millones de liras (unos 250 millones de dólares por entonces). Por el contrario, no se sabe exactamente a cuánto ascendió la deuda contraída con Alemania. La cantidad con cuyo pago se consideró liquidada toda obligación con ese país fue de 1200 millones de pesetas oro (unos 400 millones de dólares), rembolsadas con suministros de alimentos durante la Segunda Guerra Mundial. Así pues, de Italia y Alemania se recibió el equivalente a por lo menos 600 millones de dólares.

Por su parte, el gobierno republicano hizo frente a sus necesidades con medidas de carácter análogo y con la utilización de las reservas metálicas del banco emisor, cifradas en unos 575 millones de dólares de entonces, equivalentes a unos 4675 millones de pesetas de 1935. Además, se recurrió a una fuerte expansión fiduciaria. En otras palabras, también del lado republicano hubo una clara financiación inflacionista, en cuyo contexto los alimentos y otros bienes de primera necesidad hubieron de someterse a un severo racionamiento, en duro contraste con la situación de gran abundancia alimenticia a que estuvo acostumbrada la España nacional hasta bien entrado el año 1938.

Las consecuencias sociales y económicas de la guerra. La demografía

Analizamos en esta última sección del presente capítulo las consecuencias sociales y económicas de la guerra civil. Nos centramos, en tres aspectos fundamentales: las consecuencias demográficas, los efectos económicos generales, con algunas referencias a sectores muy concretos y las cuestiones monetarias y el modelo autárquico de postguerra.

Las bajas de la guerra civil española han sido objeto de extensa e intensa controversia. La cifra más difundida sobre'víctimas ha sido la de un millón de muertos. Un guarismo que si bien caló profundamente en la tradición oficial de la postguerra, no cuenta con una base mínimamente firme.

Las cifras oficiales del INE, en su reseña histórica del Anuario de 1951, permite una estimación oficial, por así decirlo, mucho más comedida. Si tomamos la partida que figura entre las causas de muerte con el título de «homicidios, accidentes de automóvil y otras muertes violentas», resulta que entre 1935 y 1939 hubo las siguientes:

Años                                        Muertes violentas
1935                                        7303         
1936                                        50.088
1937                                        58.011
1938                                        51.346
1939                                        50.072

Para 1936, 1937 y 1938, resultaría, pues, un total de 159.415 muertes violentas, que deducidas las 21.000 considerables como normales (70.000 por año en la preguerra) nos daría un residuo de 130.415 personas caídas. Si de 1939 calculamos lo correspondiente al primer trimestre (50072 : 4  -  1750 = 10768) y lo sumamos a la cifra anterior, resulta un total de 141.183 víctimas. Que en nuestra opinión sigue siendo una estimación muy baja, pues no es verosímil que los registros estadísticos funcionasen a la perfección en tan agitado período. Cabe suponer, pues, que el total de muertos a causa de la guerra fue mucho mayor. Veamos las estimaciones de algunos historiadores.

Hugh Thomas, que en nuestra opinión no analiza en detalle las posibles bajas en la retaguardia, cifra el total de muertos en unos 600000. De ellos 400000 de muerte violenta durante la guerra y el resto como consecuencia de desnutrición y represalias.

Por su parte, el historiador norteamericano Gabriel Jackson, en una estimación que nos parece más ponderada, salvo para los muertos en campaña, llega al siguiente recuento:

Muertos en campos de batalla .........................................................100000

Por incursiones aéreas......................................................................10000

Por enfermedades y desnutrición (durante la guerra civil) . . ................50000

Por represalias en la zona republicana . . ...........................................20000

Por represalias nacionalistas, durante la guerra …..............................200000

Prisioneros rojos, muertos por ejecución o enfermedad (39 al 43) .......200000

TOTAL........................................................................................580000

El propio Jackson considera que su estimación se queda corta. Y así lo pensamos nosotros, que encontramos más fiable el «recuento» de Thomas sobre caídos en batalla (285000). Reajustando ese componente en Jackson con el «dato» de Thomas, los muertos serían unos 765000, cifra más próxima a los cálculos del demógrafo Villar Salinas (800.000).

Más difícil aún es conocer la cifra de emigrados. Entre enero y febrero de 1939 se calcula que salieron por la frontera francesa alrededor de 400000 personas desde Cataluña. La emigración desde la zona Centro en el último momento de la guerra, apenas superó los dos millares. Aunque, ciertamente, en los primeros meses de la postguerra ya se produjeron los primeros retornos, hasta 1945 no llegaron a 100000; por lo cual, la cifra neta de emigración política puede calcularse por lo menos en unos 300000 hombres. Si los sumamos a los muertos, resultaría que España perdió como consecuencia de la guerra entre 900000 y 1 100000 de sus habitantes.

A ello hay que agregar los efectos demográficos a causa de la caída de la natalidad durante la contienda. Con un 25,74 %o de natalidad en 1935 (ya muy duramente afectada por la depresión económica, pues todavía en 1932 era el 28,06 %o), el coeficiente cayó al 22,59, al 20,02 y al 16,45 %o en 1937, 1938 y 1939, respectivamente.

Un cálculo relativamente simplista es el que hacemos a continuación, pero que nos servirá junto con los resultados del censo de 1940, para contrastar la verosimilitud de las anteriores estimaciones sobre erosión demográfica producida por la guerra.

Para ello, tomamos como base la población oficialmente calculada en 1935 (24494000 habitantes). En la segunda columna aplicamos a esa base el coeficiente de crecimiento vegetativo (CCV), que es un ratio bastante fiable. De modo que así obtenemos la evolución teórica de la población al ser afectada por la guerra, como consecuencia de la caída del CCV. En la tercera columna aplicamos a la misma base un CCV constante con el 10 %o acumulativo anual, lo que nos permite calcular cómo podría haber evolucionado la población de no haber habido guerra.

Años          CCV (%o)            Miles de Hab.       Miles de hab. aplicando el CCV constante del 10%o

Años             CCV (%o)         Miles de hab.             Miles de hab. aplicando CCV constante del 10%o
1935        10,1           24694                                        24694
1936         8,1            24943                                        24940
1937         3,7            25044                                        25189
1938         0,8            25138                                        25 441
1939         2,0            25188                                        25 695
A 1940     7,9             25376                                        25951
B 1940 (censo)                                                            25878
Diferencia (B - A)       + 502                                         - 73

Analicemos ahora los resultados. De este simple cálculo, resultaría que como consecuencia de la guerra la población dejó de crecer, la diferencia entre las dos columnas para la línea A, es decir, en 575000 personas; sin embargo, el resultado del censo de 1940 muestra una diferencia con nuestra extrapolación de sólo 73000 habitantes en menos. Lo cual es imputable, en nuestra opinión, a que el registro censal de ese año, se infló de manera considerable (alrededor de 502000 personas), sencillamente porque en muchas poblaciones las cifras demográficas se hincharon conscientemente. Y no sólo por las tradicionales «razones de prestigio» (entre localidades próximas  - para aparentar un mayor auge - ) sino sobre todo porque la implantación de un severísimo racionamiento de alimentos comportaba la aspiración de las autoridades locales a conseguir una asignación más holgada de víveres. Para ello, el medio «más lógico» era presentar una población oficial mayor de la real.

Así pues, España dejó de crecer en medio millón de habitantes en esos tres años, a causa de la disminución de la natalidad y del aumento de la mortalidad. Esto último encaja con las cifras oficiales de muertes violentas acaecidas en España entre 1936 y 1939, ya vistas anteriormente (141183 personas) y con la emigración que estimamos más adelante (unas 300000), lo que representaría unas 441183 personas. Si a esas 441183 unidades sumamos el saldo de muertes violentas tras el final de la guerra en el resto de 1939 y a lo largo de 1940, resultaría que al final de 1940 (momento del censo) España habría perdido:

Por guerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141183
Por emigración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  300000
Por ejecuciones
1939 . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  32 304
1940 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 394
TOTAL . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .499 881

cifra que encaja casi perfectamente con la de 502 000 de «efectivos inflados» que pudimos apreciar para el censo de 1940. Cuestión igualmente muy debatida  - y a la que en parte ya hemos hecho referencia- es la de las ejecuciones después del 1 de abril de 1939.

Para hacer un cálculo directo propio, tomamos del Anuario de
1951 del INE la partida de «muertes violentas» en la serie
1939-1945:

Años                        Muertes violentas
1939 . . . . . . . . . . . . . . . . 50072
1940 . . . . . . . . . . . . . . . . 33 394
1941 . . . . . . . . . . . . . . . . 24 522
1942 . . . . . . . . . . . . . . . . 16 420
1943 , . . . . . . . .  . . . . . .  13 721
1944 . . . . . . . . . . . . . . . . 15 006
1945 . . . . . . . . . . . . . . . . 11507
TOTAL . . . . . . . . . . .   164 642

Sólo en 1946, con 8985 se empieza a alcanzar una cifra de muertes violentas similar a la de preguerra. Si tomamos 7000 como «normal» (en 1935 fueron 7303) resultaría que en el período 1939-1945 las muertes violentas «normales» habrían sido 49000 y el resto hasta 164642 (115 642) serían las ejecuciones. A esa cifra de 115642 habría que retirar la ya expresada suma de 10768 bajas en los últimos tres meses de guerra (enero-marzo, 1939), con lo cual la cifra final de ejecutados podríamos estimarla alrededor de 105000, que probablemente no recoge todas, pero que sí representan las aceptadas implícitamente por la estadística oficial. Para el período 1939-1943, al que Jackson imputa 200000, supondría, según nuestros cálculos, 103129 (siempre con la deducción de 7000 bajas «normales» por año).

Por supuesto, sería preciso un recorrido más detallado sobre los estudios demográficos acerca de la guerra civil para matizar más. Pero con todo, puede afirmarse que a causa de ella hubo entre muertos, emigrados y ejecutados después del 1.4.1939, una cifra entre 600000 y un millón.

Pero una cifra así, que tiene una aterradora importancia como cantidad, aún la tiene mayor si cabe como calidad. Los muertos y los emigrados fueron, en una aplastante mayoría, hombres jóvenes en plena capacidad para el trabajo. Del lado republicano, que cargó con más del 80 % de esas pérdidas, en una elevadísima proporción se trataba de obreros calificados, de técnicos y de científicos docentes, investigadores, etc., que en buena medida emigraron. Toda la tecnología y la productividad en España habría de resentirse por decenios de esa erosión biológica.

Por otro lado, no se puede olvidar otra secuela de la guerra casi tan importante como la de la muerte: los presos de guerra, lo que en los fríos términos de la estadística se llama «población reclusa». Veamos a este respecto lo que dicen las estadísticas oficiales:

Años                                                Reclusos
1930 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9800
1931 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5942
1932 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8271
1933 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12807
1934 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  - - - 
1935 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  - - -  
1936 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  - - -   
1937 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  - - -  
1938 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  - - -  
1939 (1. IV) . . . . . . . . . . . . . . . . 90413
1940 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213640
1941 . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 145851
1942 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .112735
1943 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  - - - -
1944 . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 48812
1945 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 39527
1946 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 32380
1947 . . . . . . . . . . . . . . . . ... . .. 34141
1948 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 33534
1950 . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 27285

Si tomamos como promedio el de los años 1930, 1932 y 1933 (1931 fue estadísticamente un año anormal por la destrucción del archivo de Sevilla; y para 1934-1938 no hay cifras oficiales) resulta como nivel normal de población reclusa unas 10000 personas.


En 1950, once años después de haberse terminado la guerra, el nivel era todavía casi tres veces el normal. Podemos hacer un cómputo de lo que esa vasta y larga reclusión significó para la economía y la sociedad española. Para ello, como base de cálculo tomamos para cada año la cifra intermedia de 31 de diciembre del año anterior y del año considerado. Al resultado así obtenido para cada año le restamos 10000 como población reclusa «normal» para determinar la población reclusa directamente imputable a la guerra. Veamos la estimación que alcanzamos de este modo (en miles):

Población reclusa media
Año                  Total                              Política
1939 (*)            101                           91
1940                  221                         211
1941                 180                         170
1942                 129                         119
1943 (**)            89                            79
1944 (***)          69                            59
1945                    44                            34
1946                    35                            25
1947                    33                            23
1948                    33                            23
1949                    32                            22
1950                    29                            19

(*) Reajustado para tres trimestres.
(**) Estimación por distancia media entre 1942 y 1944.
(***) Reajustada con estimación para 1943.

En síntesis, sumando la población reclusa política, llegamos a la conclusión de que entre 1939 y 1950, en esos doce años hubo un total de 875000 hombres/año perdidos. Lo que  - para tener una idea gráfica- equivale a 875000 reclusos durante todo un año (alrededor del 8 % de la población activa de entonces) o bien 74672 hombres en prisión durante doce años seguidos. No hacen falta más comentarios, salvo que en cuanto a la calidad de esa población enclaustrada podrían hacerse reflexiones análogas a las que vimos para la población exiliada. En conclusión, puede afirmarse que la sangría de población que España tuvo a causa de la guerra civil fue fortísima por el cuádruple concepto de muerte, ejecuciones, emigración y presidio.

Y, sobre todo, al mismo tiempo que incidió en los aspectos productivos, ese torrente poblacional que perdió el país sembró la trágica semilla de la división entre vencedores y vencidos. Si estimamos que del casi millón de bajas  - por muerte y emigración- el 80 % fueron republicanos (unas 800000) y de la población reclusa (que teniendo en cuenta el giro puede estimarse, afectó por lo menos a 300000 hombres) el 100 % , eran antiguos republicanos, resulta que fueron 1.100.000 los españoles que por apoyar a la República sufrieron en su carne los efectos de la guerra. Lo que puede estimarse que afectó directamente por lo menos a 800000 familias, es decir, a casi el 15 % de las familias españolas (cifrables en unos 6 millones en 1939); e indirectamente a un porcentaje todavía más elevado. Una huella como esa, que además tiende a transmitirse de padres a hijos, había de tener secuelas sociales difícilmente exagerables en la larga postguerra española de vencedores y vencidos.

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