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La Guerra Civil de España contada por los dos bandos

Revolución económica y social en la zona republicana

Introducción 
En el examen del cambiante panorama económico y social de la España de la guerra civil en sus dos bandos, encontramos, en gran medida la explicación de fondo de la pugna y de su resultado. En definitiva, las transformaciones socioeconómicas durante la contienda permiten apreciar cabalmente el carácter ideológico y de lucha de clases que tuvo la guerra civil, el rasgo que precisamente originó en última instancia la polarización de la opinión pública de tantos países hacia lo que sucedía en España.

Examinaremos primeramente la evolución en la zona republicana para referirnos más adelante a la zona nacionalista. Ulteriormente nos ocuparemos de otros temas igualmente importantes, conexos a la guerra: los problemas de financiación que engendró y los efectos económicos y sociales de la conflagración. Aspectos que incidieron seriamente en la España de los años cuarenta y cincuenta, de la larga y difícil postguerra.

Durante la guerra, en la España republicana se produjo una profunda transformación, que dio paso de una situación de democracia burguesa y conservadora en lo económico y social a algo más próximo a lo que hoy llamaríamos una República democrática. Si bien con todos los elementos condicionantes que en el complejo proceso de cambio no podía por menos de generar una guerra de suerte inicialmente incierta, y de posibilidades decrecientes de victoria.

Por lo demás, en todas las transformaciones de la España republicana desempeñó un papel fundamental la falta de una dirección política única. La fragmentación ideológica de las izquierdas de los años 1931-1935 se mantuvo e incluso se acentuó con antagonismos de violencia total. Los partidos republicanos perdieron casi toda su fuerza en favor de las organizaciones políticas obreras como el PSOE, el PCE, la CNT-FAI, etc. Claro es que esas fuerzas tenían posiciones muy distintas según las regiones, con predominio PSOE/PCE en el Centro y con un peso mayor de la CNT en Levante, Aragón y Cataluña.

La pugna entre ambas tendencias persistió más o menos intensamente a lo largo del conflicto, debilitando de modo decisivo el esfuerzo bélico. Y a su vez, los intentos de reconstruir el Estado, se vieron destruidos por los recelos entre el PSOE y el PCE; y por la oposición sistemática de la CNT y el POUM, resueltamente partidarios de toda clase de experiencias colectivistas y autonomistas. Hubo, pues, una verdadera “guerra civil dentro de la guerra civil”.Por el contrario, como veremos en detalle más adelante, en la España nacional se produjo un proceso de concentración de todas las fuerzas bajo la dirección de Franco. La reafirmación de la vieja estructura económica y social se tradujo en una amplia erradicación de las organizaciones de izquierda, y especialmente de las fuerzas obreras. Y los únicos planteamientos de una posible progresividad en la estructura social, procedentes de algún sector de Falange, no tuvieron efectos prácticos apreciables.

Por último, el ambiente de orden a ultranza y disciplina totalitaria - combinado con algunos elementos de autarquía política más o menos transitoria de determinados jefes militares- permitieron un esfuerzo bélico con grandes economías, que efectivamente contribuyeron a la Victoria nacionalista; aparte de lo que representó la ayuda de Hitler y Mussolini.

Revolución económica y social en la zona republicana

Tras el efímero intento de Diego Martínez Barrio de constituir un gabinete de conciliación nacional (con Mola como Ministro de Defensa), el 19 de julio de 1939 quedó formado el gobierno republicano presidido por José Gira], de Izquierda Republicana. Giral gozaba de la completa confianza de Azaña, y su gabinete se integró todo él de prohombres republicanos, conforme a lo estipulado en el pacto del Frente Popular. Este gobierno duró hasta el 4 de setiembre de 1936, es decir, escasamente mes y medio. Pero en tan breve lapso se sentaron las bases de lo quesería el sistema económico y social de la República durante la guerra, en lógica respuesta a la actitud adoptada por las instituciones y grupos sociales que apoyaban el alzamiento militar.

Prácticamente ninguna pieza de la compleja máquina del Estado dejó de experimentar el impacto originado por el alzamiento militar y por la respuesta popular.

La administración local, en parte abandonada por la defección de alcaldes y concejales contrarios al Frente Popular, se vio sustituida por comités locales, en los que participaban, en distintas proporciones según sus fuerzas, representantes de los partidos y organizaciones sindicales de izquierda.

Respecto a las fuerzas armadas se vieron desorganizadas profundamente por el alzamiento, y a ellas se yuxtapusieron las milicias formándose de este modo la matriz del ulterior ejército popular.

En las empresas, en la justicia y en la administración civil central, se sucedieron reajustes significativos. De manera paulatina se tendió a transformar a la República burguesa de 1931 en una república democrática, ciertamente en un ambiente muchas veces caótico; un ambiente que se debía no sólo a la presión de la guerra, sino también a que en julio de 1936 las fuerzas agrupadas en el Frente Popular, o vinculadas más o menos claramente a su suerte (como CNT y FAI) apenas tenían en su unión poco más que un propósito electoral.

Por supuesto, esa unión electoral evolucionó en la búsqueda de una acción común de republicanos, socialistas y comunistas, pero sin que llegara a cristalizar en una unidad de propósitos. Hubo intentos de unión entre el PCE y el PSOE, pero este último  - a la vista de la «comunistización» de las JSU y del PSUC  - mantuvo su recelo hasta el final. En otro sentido, y Largo Caballero fue su más preclaro preconizador, también se trató de llegar a una unión de la base sindical UGT-CNT, pero ante esta posibilidad ni la FAI ni el PCE mostraron excesivo entusiasmo en razón a sus muy distintas concepciones políticas.

En definitiva, lo que se produjo a lo largo de la guerra en el lado republicano fue un gobierno de coalición en el que a partir del 5 de noviembre de 1936 hasta el 18 de mayo de 1937 incluso 'participaron los anarquistas. Con Negrín, el gobierno prescindió casi por completo de la colaboración de la CNT. Pero, a pesar de todo no se llegó a una verdadera política común y centralizada para tratar verdaderamente de conducir la guerra a la victoria. El contraste con la llamada zona nacional, sobre todo después del decreto de unificación del 19 de abril de 1937, no pudo ser más evidente.

A continuación hacernos una síntesis de las transformaciones económicas y sociales durante los tres gobiernos sucesivos de Giral, Largo Caballero y Negrín, con una referencia intermedia alas experiencias anarcosindicalistas.

Las reformas de los gobiernos Giral y Largo Caballero

En materia de reforma administrativa el gobierno Giral desplegó una actividad inmediata. Por un decreto del 22 de julio de 1936 se declaró cesantes a todos los funcionarios rebeldes. Consecuentemente, fue objeto de especial depuración la policía. La Guardia Civil que tan mayoritariamente se pronunció por el alzamiento, se transformó (decretos de 10 y 30 de agosto) en Guardia Nacional Republicana, con una resección de todos sus mandos, llevada a cabo por una comisión especial. Análogamente y por similares razones, la carrera diplomática fue reorganizada (decreto de 21 de agosto).

La Justicia fue objeto también de profundas mutaciones. A los primeros días de descoordinación  - o de «terror rojo» según se le llamó en el lado nacional- sucedió el decreto de 23 de agosto por el cual se creó el Tribunal Especial de Madrid, presidido por un magistrado del Tribunal Supremo (el señor Granados) con el encargo concreto de juzgar los delitos contra el Estado. En este Tribunal  - y en los que a su imagen se fueron creando en provincias- tenían representación los partidos políticos y las demás organizaciones políticas y sindicales de la izquierda, en un primer paso a lo que serían los tribunales populares.

Paralelamente fueron desapareciendo las organizaciones de orden de la CNT, FAI, etc., tras no poca resistencia a deponer sus patrullas propias y sus métodos irregulares de «hacer justicia».Mención aparte, y más detallada, merecen las medidas económicas que durante su breve mandato adoptó el gobierno Giral. Podemos reseñarlas de modo muy esquemático como sigue:

a) Decreto del 1 de agosto de 1936, por el cual se redujeron las rentas de inquilinato en un 50 % para las viviendas de las clases económicamente menos dotadas. Un precedente, pues, de lo que más adelante, en otros países, se llamaría «la reforma urbana».Con la particularidad de que en época de guerra no había por qué temer ningún efecto negativo en la construcción de nuevas viviendas, actividad que lógicamente quedó en suspenso.

b) Decreto del 2 de agosto de 1936, de incautación de todas las industrias abandonadas por sus propietarios o gerentes, que pasaron a ser administradas por los comités de obreros. Ya anteriormente se habían realizado incautaciones específicas como las del 29 de julio de los bienes del financiero Juan March que desde un primer momento prestó todo su apoyo a Franco.

c) En cuanto al tema fundamental de la tierra, el gobierno Giral también empezó a marcar la pauta de lo que en lo sucesivo significaría para la República la reforma agraria. El 10 de agosto de 1936 se publicó un decreto según el cual todo cultivador que voluntariamente hubiese abandonado su explotación quedaba sujeto a responsabilidad, y sus tierras intervenidas «a los fines del oportuno y racional rendimiento de la misma».

Ulteriormente, ya en el gobierno de Largo Caballero y siendo Ministro de Agricultura, Vicente Uribe (PCE), se promulgó el decreto de 7 de octubre de 1937, por el cual se expropiaron sin indemnización y a favor del Estado las fincas rústicas de quienes a partir del 18 de julio hubiesen intervenido directa o indirectamente en el movimiento insurreccional contra la República. Las tierras así expropiadas fueron cediéndose en usufructo «a perpetuidad»  - rota por el hundimiento de la República- a los braceros y campesinos de los términos municipales de su emplazamiento o de los términos colindantes. A tales efectos  - una norma con precedentes incluso de la época de los romanos- se consideró mérito especial el estar sirviendo en el ejército, en las milicias o en unidades voluntarias, o el haber sido herido en acto de guerra o ser pariente en primer grado de muerto en combate.

La forma de explotación  - individual o colectiva- no se prejuzgó, quedando a la libre elección de la correspondiente asamblea de obreros agrícolas y campesinos. Como órgano de enlace y tutela de las fincas expropiadas se mantuvo el Instituto de Reforma Agraria. Conforme a este decreto entre octubre de 1936 y la primavera de 1938 se expropiaron 46896 fincas por un total de 4.086.386 hectáreas que fueron cedidas a los campesinos. Esa superficie equivalía aproximadamente al 50 % de la superficie sembrada en la zona republicana (tal como ésta se configuraba a principios de 1937) en la primavera de 1936. Con la particularidad de que enel País Vasco y Cataluña no quedaban comprendidas, por lo que el porcentaje efectivo era aún mayor.

En definitiva, por lo menos un 60 % de la tierra labrada pasó a manos de los campesinos. Los efectos de la cesión en las cifras de producción no se hicieron esperar. No obstante las dificultades de todo tipo que representaba la guerra en marcha, el área cultivada aumentó de 1936 a 1937,y otro tanto sucedió con la producción. Claro es que ello no podía significar que hubiese alimentos suficientes. Con menos del 50% de la superficie nacional en el verano de 1937, la República había de alimentar a más del 70 % de su población. Faltaban además los fundamentales aportes de carne y pescado de Galicia, de aceite de buena parte de Andalucía y Extremadura, etc.

En todo caso, lo cierto es que durante la guerra se produjo en la España republicana  - no obstante las frecuentes actuaciones a menudo incontrolables de los anarquistas- una verdadera revolución agraria, la única  - y también efímera- de nuestra Historia. Las fuerzas del ejército republicano de procedencia rural sabían que tenían la tierra. Esto explica en parte no desdeñable su espíritu de resistencia.

d) En el sector monetario, el gobierno Giral también se mostró activo. Las posibilidades de giro contra las cuentas corrientes bancarias quedaron muy limitadas, a fín de evitar una bancarrota. Por otro lado, los comités obreros que quedaron a cargo de las empresas confiscadas fueron autorizados a girar contra las cuentas corrientes sociales. Ulteriormente, el gabinete Largo Caballero reforzó la intervención del Estado, mediante un decreto del 3 de octubre de 1936, conforme al cual se crearon los «comités directivos» para los bancos; en sustitución de los antiguos consejos de administración, presididos por delegados del gobierno y con participación de los empleados y de los accionistas residentes en zona republicana. Otro tanto se hizo respecto a las compañías de seguros. De este modo empezaba a configurarse lo que de haber triunfado la República habría sido una nacionalización de la banca y los seguros, y en definitiva la erradicación de la oligarquía financiera. Por último, sin necesidad de reformas explícitas, el Banco de España se transformó en la práctica en un órgano del Ministerio de Hacienda.

e) En las industrias y servicios básicos, en el mismo verano de 1936 dio comienzo todo un proceso de estatización. El 3 de agosto el Estado se incautó de las compañías ferroviarias y en el curso del mismo mes diversas disposiciones condujeron al control gubernamental de los consejos de administración de las compañías eléctricas y a la formación del Consejo General de Electricidad. Otro tanto se hizo con la Compañía Trasatlántica, la CAMPSA ycon otras empresas de servicios públicos; entre ellas el Banco de Crédito Local y el Banco Exterior de España.

En definitiva, en el supuesto de haber triunfado la República en la guerra civil, España se habría convertido en el país más altamente estatificado de Europa. Claro que el pasar de ahí al socialismo, o a un mero capitalismo altamente intervenido, habría suscitado en todo caso las mayores incertidumbres.

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